EL AMOR HA PASADO DE MODA

lunes, 24 de octubre de 2016



Siempre he sido muy de soñar. De soñar, de llorar, de imaginar... Lágrimas de alegría, de tristeza, de impotencia, de impaciencia. Y nunca me ha gustado esperar, aunque siempre he esperado. O, al menos, lo he intentado.

¿Para qué esperar? La vida son cuatro días. No esperes, lánzate, no seas prudente, sé feliz. Y sueña, y llora, y atrévete.

Desde que tengo uso de razón he soñado con el primer amor, el primer beso, el primer novio, la primera vez, el primer te quiero... la media naranja, el novio perfecto, el prometido, el marido, los hijos... Pero hace tiempo que me he quedado a mitad de camino. He dejado de creer. Hoy en día estos sueños se tornan poco modernos, machistas, e incluso demasiado dependientes. Hoy en día has de querer ser una mujer independiente, que se quiera a sí misma y que no busque el amor, porque estorba.

Así que, a día de hoy, nadie te va a decir que busca el amor, porque eso ya no se lleva. Porque es motivo de agachar la cabeza y sentirse de menos. Ahora el mundo busca vivir sus experiencias, con su independencia, con su casa, su trabajo, sus aventuras y su sexo moderno sin ataduras. Y todo lo demás, es anticuado. El amor se ha quedado obsoleto. El amor ha pasado de moda. Y me da pena. Y quizá por eso ya no creo en el amor.

Hace años que he dejado de creer. He dejado de creer en ese sueño de niña aunque, en el fondo, quiera seguir creyendo. Demasiados años, demasiadas relaciones, demasiadas decepciones. Amor que se acaba por mí, amor que se acaba por ellos, al fin y al cabo, amor que se acaba. Y ya no creo en ese amor para toda la vida. Aunque en el fondo piense que exista, pero no para mí.

He visto tantas películas de amor, de acción que acaban en amor, tantas comedias con romance incluido... Tantas de superhéroes y amor, tiros y amor, fantasía y amor, suspense y amor. Que cuando un rayito de esperanza asoma a mi congelado corazón no sé si decidirme por una sucesión de carteles al más puro estilo Love Actually, por una carrera sin control de paquete en una Triumph Thruxton, o por un encuentro fortuito en una terminal de Barajas.

Pero el problema es que si llenas la cabeza con tantos pájaros, acaban volando. Y hoy en día ya no creo en declaraciones furtivas a la puerta de casa mientras suena un disco con villancicos, en amores que se descubren por la total y absoluta compatibilidad que comparten, ni en miradas cómplices que al final acaban siendo algo más. Hoy en día la gente no quiere conocer, no quiere saber. Prefiere pasar del café e ir directamente a la copa. Prefiere la satisfacción que la complicidad, prefiere lo banal a lo trascendental. Y eso machaca un alma soñadora.


Y es que… ¿Qué ha sido de la galantería? ¿Sólo existe en las pelis de los 80? Quiero tener a John Cusack con un radiocasete debajo de mi ventana, quiero montar en una cortacésped con Patrick Dempsey, quiero que Jake de “Dieciséis velas” me espere delante de la iglesia, quiero que Judd Nelson lance el puño al aire al saber que soy suya. Por una vez me gustaría vivir en una peli de los 80, preferiblemente una con un número musical alucinante sin motivo alguno. Pero no, no, John Hughes no dirige mi vida.

Así que supongo que eso me convierte en una romántica empedernida que no cree en el amor. Quizá la comparativa más sencilla sería la de aquel que adora la comida pero se pasa a dieta los 365 días del año porque comer a su antojo le hace daño de un modo u otro.

Pero tampoco es que haya dejado de creer en el amor. Simplemente es que he dejado de creer en mi amor. Uno no pone a dieta a todo el mundo, si no que la asume solo.

No es que haya tenido mala suerte, ni haya sido una desgraciada. Siempre he ido de relación en relación, buscando, esperando atinar, pero siempre se ha acabado. ¿Qué es el amor? ¿Cuánto dura? ¿Es cierto que es para siempre como dicen las películas? ¿O debemos conformarnos con el primer año de pasión, el segundo de complicidad y los siguientes de compañerismo?

No. Eso no es para mí. Quiero mi amor de película. Quiero mi vida de película. Quiero poder cantar y bailar por la calle y que la gente sonría, en lugar de tratarme de loca.

Podría decir entonces que hoy en día ni creo ni dejo de creer. No creo, hasta que crea. No creo hasta que haya algo que creer. Y mientras tanto, paso de modernidades, paso de independencias mal entendidas. Porque el amor no significa dependencia, significa independencias complementarias, independencias compartidas. Y mientras creo y no creo, que el amor me cosa a leches.


2 comentarios

  1. Si te quieres a ti en misma, como has comentado en otra parte del blog, compartirás tu amor hacia ti misma con otra persona que se quiera a sí misma. La duración no es lo importante sino la calidad de la relación basada en la interdependencia, y no en la sumisión o en la dominación de uno de los componentes de la pareja. El amor compartido puede que sea efímero o puede que sea duradero, aparecerá sin obsesionarse en buscarlo, pues si buscas hay muchas posibilidades de que no te guste lo que encuentras, una búsqueda suele llevar a otra y a otra y a otra, lo cual puede ser enriquecedor o todo lo contrario.
    Hablo de vivencias de mi película personal, pues toda persona dirige e interpreta su propia película infinitamente más elaborada que cualquier película comercial que no es mas que una copia mala de la realidad de cada ser humano.
    Así que adelante con tu película y con tu sonrisa, no eres la única.
    Saludos

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  2. Estoy totalmente de acuerdo contigo Alberto, no se busca, se encuentra. Yo soy de apostar por ello. No de buscar, si no de dar la oportunidad. ¿Quién sabe dónde estará? Conocer, valorar compatibilidad, ver si se congenia. Y si no es así, esa amistad que te llevas.

    Yo ya no busco, ya no espero encontrar. Estoy tan a gusto conmigo misma que cuando tenga que llegar, llegará. Y si llega. Quiérete a ti mismo para poder querer. Y eso es algo que he aprendido hace casi un año. A quererme. Y a partir de ahí sí me puedo montar mi película, más de risa que de drama. Y eso supera todas las copias malas de Hollywood.

    Gracias por tus palabras.

    Un abrazo.

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