Los beneficios de la alimentación vegana

jueves, 20 de octubre de 2016



Antes de comenzar quiero puntualizar dos cosas.

En esta entrada hablaré de la alimentación vegana, mi punto de vista sobre ella y mis beneficios al adoptarla. Lo que no quiere decir que yo tenga o crea que tenga la verdad universal, ni que a todo el mundo le siente igual este tipo de dieta.

Una pena que en pleno siglo XXI tengamos que andar con estos matices chorras para no herir sensibilidades. Pero así nos pinta. Y dicho esto, vamos a empezar.

¿POR QUÉ SEGUIR UNA ALIMENTACIÓN VEGANA?

Los motivos principales por los que una persona decide adoptar este tipo de alimentación son los siguientes:
  • Por salud. Los alimentos de origen animal nos sientan mal y decidimos desterrarlos de nuestra dieta.

  • Por ética. Nos dan penica los animales y no entendemos por qué en el mundo occidental nos llevamos las manos a la cabeza ante la idea de comer perro o gato pero, sin embargo requetechupamos los huesos de cordero, pollo, cerdo, ternera... etc
¿Por qué la cambié yo? Por ética. Quiero puntualizar de nuevo que yo no soy vegana, tan sólo trato de no comer alimentos de origen animal (ni utilizar productos derivados) siempre que puedo.

En mi casa, a menos que cocine para la familia o para explicar una receta en A freír espárragos (cosas que a menudo son complementarias), no suelo comer alimentos de origen animal. Pero si por trabajo (alguna cata), porque salga por ahí a comer y no quiera ser la tiquismiquis, o porque algún día me apetezca, lo hago, pues no me martirizo.

Este año fue un año de cambios para mí. Allá por febrero mi cabeza comenzó a rechazar la carne. Era algo que siempre había querido hacer pero nunca había hecho. Sin embargo, algo ahí arriba me hizo click y de repente no entendí por qué comíamos carne. En un mundo tan industrializado en que el dinero manda y la comercialización es la base, las barbaries que se llevan a cabo con los animales para sacar un producto cada vez más barato y competitivo son tremendas. Y, de repente, no quise formar parte de ello.

Y a partir de ahí surgió lo lógico. Eliminar la carne, el marisco, los huevos, los lácteos y todo lo que provenga del mundo animal. Este paso siempre es el mas difícil para cualquiera (o suele serlo), porque con los peces no interactuamos como con los mamíferos, los huevos son embriones y la vaca no muere por ordeñarla. Sin embargo el problema de estos alimentos (si atendemos a la razón ética), es que la gallina ponedora sufre, y la vaca y el ternero al que le arrebatamos la leche también. Pero no me voy a cebar con esto, hay por internet millones de vídeos al respecto y hoy no estoy aquí para convencer a nadie, si no para exponer mi caso.

Simplemente tu cerebro hace click.

¿ES DIFÍCIL?

Sí y no. Es difícil hacer un cambio radical. Si nuestro cuerpo ha estado comiendo de todo durante 31 años, como fue mi caso, la cosa se pone peliaguda. Es decir, nos va a entrar el mono. Tengamos en cuenta que los alimentos de origen animal son muchos, y el cuerpo está acostumbrado a ellos. Por no hablar de aquellos que provocan adicción, como el queso. Sí, es así, está demostrado, y me considero yonki rehabilitada del queso.

La buena noticia es que podemos y debemos tomarnos el tiempo que queramos para cambiar nuestra alimentación.

Me explico. No sé qué narices pasa en la actualidad que cada vez nos exigimos más a nosotros mismos, y si no hacemos una cosa con un nivel de exigencia del 100% nos desmoralizamos y tiramos la toalla. Veamos esto con un ejemplo práctico.

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Manolita ha decidido dejar de comer alimentos de origen animal. Ha decidido hacerse vegana, por lo que acude a un nutricionista y este le da un plan de alimentación.

Manolita está contenta. Tiene recetas muy chulas que elaborar, productos nuevos que probar, y comienza la semana feliz. El estrés del trabajo y el cansancio de los días hacen que el jueves Manolita no se pueda resistir y se coma un yogur.

¡Un yogur de leche de vaca! ¡Sacrilegio! ¡Oh dios mío!

Esos pobres terneros que han sacrificado, esa vaca que ha sido explotada...

Y entonces Manolita en plena desesperación baja al súper y se compra el pack de 24 yogures de la Central Lechera Asturiana para comérselos del tirón. Porque total ya... de perdidos al río.
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No señores. La idea no es esa. La idea es que comamos lo que queramos cuando queramos. Yo he cambiado mi alimentación, pero no rindo cuentas ante nadie, solo ante mí. Y si bien es cierto que me siento mucho más saludable así, y estoy contenta por evitar el sufrimiento animal, si me apetece un día comer un yogur pues me lo como. O unos huevos (eso sí, ecológicos), o unos bocartes. Porque por mucho que un día "pequemos", todo el bien que estamos haciendo por los animalillos o por nosotros mismos (según la razón de nuestra dieta) no se va a esfumar de un momento a otro como un conejo en un espectáculo de magia.

Y antes de finalizar este apartado déjame decirte una cosa. Las razones que hay para cambiar la alimentación son las que he expuesto anteriormente (las más probables). Pero si lo haces por tema estético. Por adelgazar, por reducir celulitis... o por cualquier chorrada de estas, olvídate. No cambies la alimentación. Debemos hacer las cosas por convicción, no como "castigo" para lograr un objetivo.

Debes querer hacer esto, no estar obligado a hacerlo por bajar un kilos. En ese caso no es que sea difícil cambiar la alimentación, si no que la vas a acabar aborreciendo.

¿ES COMPLETA? ¿NO FALTAN NUTRIENTES?

Es completa. Ni por asomo faltan nutrientes. Aunque quizá te estés haciendo la pregunta del millón.

¿De dónde saca un vegano las proteínas?

¡De un montón de sitios!

De las legumbres, frutos secos, semillas, cereales, verduras... ¡Sí, verduras! Está claro que hay alimentos con mayor porcentaje en proteínas que otros, pero por eso hay que saber hacer las combinaciones adecuadas en una jornada.

Sí, es cierto que las personas veganas han de suplementarse. Pero no de forma más artificial que los omnívoros. Las personas veganas han de tomar un suplemento de la vitamina B12.

La vitamina B12 se encuentra en unas bacterias en la tierra, y los animales al comer esa tierra producen la vitamina (por decirlo en rasgos generales). Es por eso que la gente que come carne no ha de suplementarse.

Sin embargo, hoy en día los suelos están tan empobrecidos y son tantos los animales alimentados a base de piensos artificiales que los animales tampoco ofrecen ese aporte. Así que la vitamina B12 se inyecta artificialmente a las reses. Esta es la forma en que una persona omnívora obtiene esta vitamina. Así que, al fin y al cabo, todos nos suplementamos de una forma u otra.

¿NO ES UNA ALIMENTACIÓN MUY MONÓTONA?

Para nada. He cocinado mucho a lo largo de mi vida y puedo afirmar con total rotundidad que ahora es cuando estoy descubriendo más alternativas.

Cuando tenemos todos los ingredientes a nuestro alcance acabamos optando por los mismos. Carne así o asá, huevos de este modo, pescado como lo vi en aquel restaurante... Sin embargo, al estar más limitados, comenzamos a buscar nuevas alternativas para dar un giro y no aburrirnos. Empezamos a ver cosas que jamás creímos que se pudieran hacer y probamos productos que ni siquiera sabíamos que tuviéramos al alcance de la mano.

¿NOTARÉ CAMBIOS FÍSICOS? ¿Y MENTALES?

Totalmente.

Como te he comentado yo he cambiado mi alimentación por ética por lo que apenas me fijaba en mi aspecto. Ya me tenía muy vista. Pero la gente me lo empezó a notar y cuando me eché un vistazo, aluciné. Vayamos por partes.

He de decirte que soy una ruina de mujer, muy delgada, sin chicha ni limoná, por lo que nunca me interesó adelgazar. Pero aún así, con mis curvas inapreciables, he sufrido de celulititis en las piernas por culpa de los anticonceptivos orales. Y en cuanto a esto te diré, que por mucho que te des cuenta y dejes de tomarlos, la cabrona va a quedarse ahí.

Y tras esta breve introducción te contaré los cambios que he sufrido.
  • Mejora de la salud. Nunca he comido mal. De hecho siempre me he cuidado en mayor o menor medida. Antes abusaba más de los fritos, cierto, pero trataba de comer de forma equilibrada y no concebía mi desayuno sin su agua con limón, zumo de naranja y kiwi. Este era mi desayuno habitual. Muy mediterráneo y saludable, ¿verdad? Pues aún así todos los años pasaba por 4 o 5 catarros e infecciones de garganta. Tengo la garganta muy sensible. Hasta el punto de que se me irrita si un día hablo un poco más alto de la cuenta porque el bar de turno está abarrotado. Bien, desde que cambié mi alimentación en febrero de este año 2016, no me he puesto mala ni una vez. ¡Ni una vez! Tan sólo he tenido un pequeño resfriado una semana en la que dejé de cuidarme por un disgusto. Nada más. Estamos a punto de terminar el año y estoy más sana que una manzana. ¿Casualidad? No lo creo.

  • Pérdida de peso. Es algo que no buscaba, pero sucedió. Es normal. Quitando los ingredientes de origen animal eliminamos las grasas saturadas. Ingerimos más fibra por las frutas y las verduras, etc. He de matizar aquí también que al poco de comenzar con esta alimentación sufrí una racha muy mala en lo que a lo personal se refiere y también influyó. Pero si lo ponemos en cifras diré que perdí 9 kilos. Calculo unos 7 por la alimentación y otros dos en esa época mala. Sí, me quedé en nada. Pasé de 48 kilos a 39. Pero si tenemos en cuenta que mido metro y medio no es tan alarmante. Y lo alucinante es que, si bien siempre tuve complejo de delgada, ahora es cuando menos complejo tengo y cuando más a gusto me siento conmigo misma.

  • Reducción de celulitis. Esto fue alucinante. Al mes de suprimir los alimentos de origen animal pude comprobar como la celulitis se había reducido en un 80%. Recuerda lo que hablamos antes de eliminar las grasas saturadas y aumentar las frutas y verduras frescas. En definitiva, seguir una alimentación más saludable. Es curioso porque cuanto más te cuidas, más quieres cuidarte. Y si bien antes era fan absoluta de las patatas fritas, ahora tiro más de ensaladas y si hago patatas las hago al horno.

  • Uñas y pelo más fuertes. Siempre, siempre, siempre, había tenido las uñas que parecían Blandiblú. Me las doblaba con cualquier gesto, y me daba una grima que me moría. Ahora tengo las uñas de una persona sana. ¿Coincidencia? Puedo asegurar que no.

  • Piel más sana. Los malditos anticonceptivos orales también me habían dado algún que otro problemilla de acné (por decirlo suavemente), pero desde que como mejor e incorporo germen de trigo (esta es la clave, apúntatelo) en mis batidos por la mañana, se ha acabado.

  • Aumento de la energía. Creo que en esto influyen muchos los lácteos. A mí me daban mucha pesadez. De peque desayunaba mi colacao como la mayoría de los mortales, pero me sentía hiper pesada. Y cuando empecé a desayunar té me sentí mucho más enérgica. Ahora mi desayuno es un smoothie y puedo asegurar que nunca me había sentido tan bien.

  • Más vitalidad. Quizá se puede confundir con el punto anterior, pero no sabía cómo llamarlo. En este punto quiero reflejar la frase que me dijo mi madre en su día cuando ya había cambiado la alimentación por completo. Hija, tienes un brillo en la mirada que antes no tenías. Y es cierto. Energía, vitalidad, alegría... Sólo sé que ahora voy sonriendo por la calle como una imbécil, aunque claro, eso tiene mucho que ver también con lo que contaba aquí.

  • Paz interior. Quizá suene muy rollo zen esto, pero saber que nada de lo que comes daña a ningún animal, mola. Mola mucho no tener cadáveres encima de la mesa.

¿Y NO CREES QUE VA CONTRA NATURA?


No. De hecho creo que es la evolución lógica. El ser humano necesitó de la carne para poder desarrollar el cerebro y llegar donde estamos ahora. Hemos evolucionado hasta un punto en que a día de hoy somos capaces de cubrir todos los nutrientes con alimentos vegetales. Y además somos el único animal racional que existe. Teniendo en cuenta esto, y sabiendo como nos estamos cargando el planeta, ¿no sería lógico que utilizáramos esa superioridad para mejorar el mundo?

Ya sabemos que no tendremos ninguna carencia, sabemos que es la única alimentación sostenible y sabemos que no sufrirá ningún animal. Sin duda alguna creo que nos estamos haciendo la pregunta equivocada. La pregunta no es ¿por qué ser vegano? La pregunta es ¿por qué no serlo?

Y vale, que cuesta, y hay quién realmente necesite aportes animales por temas de salud, ahí no me meto. A mí me ha venido genial pero no soy nutricionista. Pero, en ese caso, podemos disminuir drásticamente su consumo porque si algo tenemos claro todos es que comemos por encima de nuestras posibilidades. Y cuando compremos alimentos de origen animal, podríamos comprarlos ecológicos, porque así,  al menos, estaremos haciendo el menor daño posible.

Esta ha sido mi experiencia, sin más. No trato de convencerte de nada. Sé que es muy difícil hacer un cambio tan radical en la dieta y que muy pocos se deciden. Pero, aunque no lo hagas, quédate con alguna cosa.

Incorpora más fruta y verdura a la dieta, legumbres, semillas, frutos secos (¡crudos!, ni fritos ni salados) y trata de reducir el consumo de carne y grasas saturadas. Por supuesto ni qué decir tiene el tema de la comida basura, fritos... etc.

No es por moda, no es por estética, ni siquiera por salud (al fin y al cabo de algo hay que morir). Es por calidad de vida. Te aseguro que la alimentación es la base de todo y, cuanto más la cuides, más feliz serás.

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5 comentarios

  1. Hola Ani,

    Acabo de leerte y me he sentido muy identificada, yo dejé de comer carne en enero de este año, mi mente hizo ese click que comentabas. Ya el año pasado empezé a mejorar mi alimentación dejando de comer todo lo que estuviese procesado y decidí dar un paso más dejando la carne, mi objetivo es dar el siguiente paso y pasar a ser vegetariana. Me ha encantado porque has resumido muy bien el cambio que yo misma he dado, la pregunta no es ¿por qué ser vegano? sino ¿por qué no serlo?. Voy un poco más despacio pero quería asegurarme que no abandonaría, quería hacer las cosas a un ritmo que me permitiese adaptarme y darme cuenta que en realidad se puede hacer.

    Un saludo,

    Silvia

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  2. Hola Silvia.

    Cuánto me alegro de tu decisión. Estoy totalmente de acuerdo con tu planteamiento. Despacio, sin agobios, cuando te lo pida el cuerpo. Como he dicho, yo no soy vegana 100 %, me gustaría pero... de momento por lo que me gusta enseñar y por trabajo pues... no me he lanzado. Pero no me martirizo.

    No debemos obsesionarnos con nada, porque si no es cuando vienen los agobios. Podemos darnos alguna concesión de vez en cuando. Leí a un chico nutricionista vegano que mientras respetemos un 80%-20% deberíamos estar tranquilos. Y me parece un buen planteamiento. Y si logramos el 100% sin pasar ganas de nada... ¡perfecto!

    Espero empezar dentro de poco a subir nuevas recetas para hacer más amena esta transición.

    Mil gracias por tus palabras.

    Un abrazo.

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  3. Martí Lluís Botines30 de diciembre de 2016, 6:35

    Bones Ana.
    De parte de una persona que no es vegana, felicidades per tu decisión de colaborar en hacer de este mundo un lugar más sostenible.
    En mi caso particular voy disminuyendo la ingesta de proteïna animal, no tanto por convicciones éticas como por tema de salud, pero de momento no me veo renunciando a la carne (ni a los huevos, leche o miel).
    En todo considero que como especie animal que somos hemos de aprotar nuestra inteligencia y nuestras capacidades en dejar de explotar hasta el límite el resto de seres vivos que comparten con nosostros el planeta.
    Espero impaciente tus nuevas aportaciones y recetas, las veganas y las no veganas.

    Fins aviat.

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  4. Buenos días Martí.

    Estoy totalmente de acuerdo con tu planteamiento. No creo en los radicalismos, pero sí en que cada uno hagamos lo que nos pida el cuerpo pero con cabeza. Si no te ves renunciando, no renuncies. Yo aún como de todo, aún sabiendo (porque lo he experimentado) que la dieta vegana me sienta mejor. Pero son rachas, costumbres... etc.

    Gracias por tus palabras.

    Un abrazo.

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